LaToya Ruby Frazier

Black and white photograph of two women sitting on a bed while a young girl looks out the window.

Un sello distintivo del fotoperiodismo es la pasividad de sus practicantes. Estos fotógrafos pueden viajar a lugares de difícil acceso y arrojar luz sobre las injusticias que encuentran allí, pero lo hacen como testigos más que como participantes. Por eso LaToya Ruby Frazier no es una fotoperiodista ni siquiera una fotógrafa documental, aunque documenta el mundo fotográficamente. Frazier es a menudo una participante activa en las comunidades que fotografía, con un motivo político claro y urgente. Ella escribe: «Mi posición y papel como hija, fotógrafa y cineasta trasciende la práctica objetiva en el documental clásico, que ha socavado continuamente la experiencia de la familia negra al evitar nuestro ámbito emocional y psicológico».

Frazier creció en las ruinas postindustriales de Estados Unidos, en Braddock, Pensilvania. La obra que la aclamó por primera vez, La noción de familia, presenta a la propia Frazier, tres generaciones de mujeres Frazier, su hogar y su ciudad. Braddock, una ciudad de mayoría negra, se encuentra a orillas del río Monongahela y es la ubicación de la primera acería de Andrew Carnegie, en funcionamiento desde 1875, que atrajo a la mayoría de los residentes, o sus antepasados, a Braddock. La ciudad está cerca de la ruina, su gente tratada con negligencia oficial, ya que la desindustrialización y la degradación ambiental succionan el alma de la ciudad. Las fotografías de Frazier, realizadas en cooperación con las personas que aparecen en ellas, son tanto un caso práctico como un grito de rabia y dolor. Ella describe el proyecto de esta manera: “La colaboración entre mi familia y yo desdibuja la línea entre el autorretrato y el documento social. El uso de fotografías y videos para navegar por la dinámica de los roles que desempeñamos complica las clasificaciones habituales de familias funcionales y disfuncionales».

El trabajo de Frazier se ha expandido mucho más allá de los límites de su ciudad natal, a otras ciudades vacías de la clase trabajadora, y continúa basándose en el legado conceptual de los fotógrafos documentales. Señala directamente el racismo que genera una riqueza de males, incluida la desigualdad de asistencia médica, la pobreza y la toxicidad ambiental. A menudo, sus fotografías se presentan con textos escritos con las palabras del sujeto representado, a veces con estadísticas de salud u otros registros condenatorios. Esta aglomeración de cualidades —la participación personal de Frazier, el compromiso y la autonomía de sus sujetos en su autopresentación, la cruda realidad de la lenta catástrofe de la vida postindustrial, y datos claros— se combinan para crear el comienzo de un nuevo movimiento en la fotografía, uno que exige los derechos de los ciudadanos a vivir una vida digna como individuos.

—Laura Steward

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